El último verdugo by Toni Hill

El último verdugo by Toni Hill

autor:Toni Hill
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788425365003
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-04-25T16:42:45+00:00


25

Como había anunciado la sargento Mayo, Sofía no es una niña agraciada. Se parece a su padre en la forma de la cara y también en sus rasgos, tiene las mismas bolsas bajo los ojos que le apagan la mirada. Como Felipe Ramos, ella también parece mayor. Una niña envejecida que ahora agarra el perrito contra el pecho con miedo de que vayan a quitárselo.

—No se despega de él —comenta su padre—. Y yo no tengo ánimos para llevarle la contraria.

—Intentaré que nos lo dé voluntariamente, ¿vale? —propone Lena al sargento Estrada.

Han ido los dos hasta el domicilio de la familia, en la calle Berlin. Analizar muñeco en busca de huellas se ha convertido en la prioridad, a pesar de que todos sospechan que será tan inútil como necesario. Lena se ha ofrecido a acompañar a Jordi Estrada para conocer a la niña, hablar con ella y, sin duda, llevarse el perrito.

—¿Me enseñas tus juguetes, Sofía? —le pregunta Lena, y extiende la mano hacia ella.

Es un gesto que queda en el aire. Sofía sigue inmóvil, sin apartarse de su padre. Este la anima a seguir a Lena y luego, al ver que sus esfuerzos resultan infructuosos, se encoge de hombros y se deja caer en una butaca.

—Yo no puedo más —dice abatido. Parece estar al límite. Inesperadamente rompe a llorar. No es un llanto desatado, apenas unos sollozos que le desfiguran la cara, pero quizá por eso se revela como más auténtico.

Sofía baja la mirada. Está claro que no quiere presenciar esa escena, así que Lena aprovecha el momento.

—Oye, tu papá tiene que hablar un rato con el sargento. Será mejor que los dejemos solos, ¿te parece? Son cosas de chicos.

Si bien la niña no parece muy convencida, cede y se deja llevar. Las dos caminan por el pasillo hasta su cuarto. Es una habitación de tamaño mediano, sencilla, que a Lena le recuerda vagamente la suya antes de mudarse a casa de la abuela. Un armario, una mesita donde hay dibujos y lápices de colores, y la cama con unas cuantas muñecas acostadas encima.

—¡Qué bonita es tu habitación! —comenta Lena mientras toma asiento sobre la colcha—. Ya has visto que tu papá está muy triste… ¿Sabes por qué?

Sofía asiente con la cabeza.

—Mónica se ha muerto —responde en tono resuelto—. ¿Te enseño las muñecas?

Durante los siguientes veinte minutos Lena mantiene con la niña una charla casual. Sofía es más locuaz de lo que parecía y no tiene ningún reparo en hablarle de su colegio, de sus amigos y de sus juguetes. A pesar de que va ganando confianza, sigue agarrando con fuerza el perrito. Lena ya sabe que se llama Coco.

—¿Y esa muñeca de ahí? —le pregunta ella señalando a una que está tirada boca abajo en un rincón del cuarto en lugar de la cama con las demás.

Su intención es distraerla y que suelte el peluche sin darse cuenta.

—Esa es mala. Por eso no está con las otras. Está castigada.

—¡Vaya! Pobrecita… seguro que se arrepiente. —Lena se levanta y va hacia la muñeca—.



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